Las frases espirituales
surcan las distancias esperanzadas.
Un torrente de promesas ilusorias
invade a los oyentes cabizbajos
y todas las puertas con esperas
se entreabren al sol de las palabras
Y la voz acaricia en su energía
portando cascabeles y guirnaldas.
La luz multicolor de lo imposible
forma rayos de ignotos querubines.
Pareciera que la selva despertara
y el oasis de Dios mojara el alma.
Y el gesto grave derrocha los discursos:
«Tendremos el hogar que merecemos
con cultura en las mesas desbordando.
Alcanzaremos las metas señaladas
por los padres que antiguo nos forjaron
y veremos pléyades de flores
liberando perfumes en las aulas.
El jornal manejará el sustento
para que el pan atiborre los manteles.
La vid preservará al vino
y el trigo será harina en los costales.
Por cada esfuerzo consumido
una estrella de confort habrá que premie».
Y yo, el poeta, el renegado.
El rebelde enemigo de la estática
se estremece por tantas fruslerías
que adormecen las masas con mentiras,
mientras duelen los niños sacudidos
en el hambre genital de sus mañanas.
Y yo, el incrédulo de las dádivas
descargo mi verdad en cada llanto.
Presiento mil muertes desnutridas
en los campos de mendigos callejeros.
Y la penúltima espina ya se inserta
en la gélida realidad de tanto espanto.