El día se apaga aprisa
y se llena gris el cielo
de aquel ceniciento velo
que no disuelve la prisa.
Ahora sopla ágil brisa
evitando aquel desvelo
que en el pecho aún revelo
sigue la ajena pesquisa.
El corazón late aprisa,
sin pausa ni necio celo
que detenga en sutil vuelo
las horas que no requisa.