Mis viejos poemas
fueron caricias en la madrugada,
alboroto de sueños en el alba,
paisajes que nunca surqué,
crepúsculos
a los que apenas he sobrevivido,
respiración que se me ha enfriado.
Fueron mi ambiguo equipaje
cual fuego que sofocó mi sequía,
la nube que cubrió mis ausencias,
la piedad que se inventaron las heridas.
Ahora, como sangre olvidada,
solo cenizas de memoria,
empolvados restos de desahucio,
lánguidos suspiros
ocaso de mi nostalgia.
Mis viejos y macilentos poemas
ya tan solo arrebatos de melancolía
en puertos a los que me pregunto aún:
llegaré.