Imagino una danza de gaviotas alrededor de una mesa dispuesta para celebrar la vida, cuando el olvido corra por fin las espesas cortinas que dejan los rencores en la calle.
Y una nave azulina estremece las aguas taciturnas con bodegas cargadas de aleluyas.
Imagino el pendón del arco iris templando incertidumbres, mientras sopla los costados de la lluvia y expande plumas y violines hacia alturas donde no llega la mirada.
Imagino que sueño que soy quien quiso preservar fragmentos de su orgullo y al no lograrlo, se refugió en un ámbito de lunas y camelias, un sitio inexistente pero cierto, donde la platería brilla sin recurrir a pociones milagrosas.
Y bebo de la copa marcada por ausencias y sabores y labiales y traiciones y miedos y esperanzas, de un solo trago, derrapando y a tientas, sin poder evitarlo.