Con la paz del que obra en beneficio del prójimo, sin esperar nada a cambio, arrancas de mi parcela pobre la mala hierba de julio.
Tienes cara de ángel, cuando me invitas a compartir contigo la mesa y la llenas de pan de todos los países y tamaños, aunque no te permita ya jugar al artista con las migas que se despeñan por mi vestido.