El pasillo noventa y siete de la Biblioteca Plumkier amaneció con montones de páginas tiradas por el suelo. Este hecho había ocurrido por primera vez en la sección de «Novela corta» hacía un par de meses. En aquella ocasión se achacó a la acción de un perturbado con ansias destructivas, pero al repetirse en los pasillos de «Infantiles», en la sección de «Inventos» y en el área de «Descubrimientos» se inició una investigación.
Poéticamente, el caso se abrió como «el otoño de la literatura», nombre poco afortunado, pero como el comisario era amante de los poemas y escogía el nombre, se mantuvo así.
Se iniciaron las pesquisas mientras cada mañana amanecían más pasillos llenos de hojas. Se interrogó a multitud de ejemplares sobre todo lo que pudiera estar relacionado con el momento en que desaparecieron los libros de los estantes FU y GA, cosa que parecía una premonición. Después de medio año de investigación, se procedió a detener a un comando de 120 libros entre los que se encontraban Miguel Strogoff, Viriato, Carlomagno, Atila y El Che, imputándoles cargos como cabecillas del movimiento.
En los interrogatorios manifestaron que los libros estaban cansados de ir de mano en mano, de ser maltratados , de que sus páginas fueran dobladas…» Te vas un día a casa de un tío, no te devuelve y te marchitas en cualquier rincón», «Te ponen bajo la pata de una mesa para que no se tambalee», los dibujos de los niños, los mordiscos de los perros…
Adujeron que todo ello había traído consigo graves daños colaterales. «Guerra y paz » fue devuelto sin nieve, «Mujercitas» con dos hermanas casadas, el «Talmut» con fotos eróticas, «La perfecta casada» con un amante, «Marco» con un mono de más y «Heidi» en estado. Y habían muchos más casos terribles e imperdonables; motivos más que suficientes como para iniciar una huelga de hojas caídas.