Si me vuelvo de hielo,
si me lleno de espejos,
prométeme,
con tus manos harás un truco,
un sortilegio.
Prométeme el deshielo,
no sé con qué febril sabiduría.
Con tus labios calientes de pan recién hecho.
Con tu trenza de luz tendida desde el aire.
No olvidemos que hay hombres que parecen
estar hechos de frío. No olvidemos
que hay nombres como tumbas.
Y por eso el amor les viene grande.
Y por eso no entienden la manzana.
Estarán imantados por la muerte,
o qué se yo (la muerte es tan magnética…)
No olvidemos que hay hombres de fósforo y tristeza;
un instante de brillo, pero dentro y no hay más
que otra repetición callada de sí.
Y por eso,
si me lleno de espejos,
si me vuelvo de hielo,
promete que otra vez, una vez más tan sólo,
que tu escarmiento de luz me dará forma.