El semblante le amanece en la profundidad de los recuerdos y en la quieta distancia del reposo se suele acompañarle con armónicos sonidos de otros lugares que aún no conocemos.
No posee más que su libro incansable de consejos que ventila en la callada memoria de los sueños.
Mi padre aparece cuando las uvas se esparcen en el vaso y la sonrisa es una estrella iluminada.
Nunca ha sido la piedra que fue tallada con su nombre, ni la rosa de tela que prendió en la solapa del granito.
El es ese viento que roza mi cuerpo con el toque conocido desde el inicio de mis días y el cristalino caer del manantial de mi vida.»