Se paró el reloj de la biblioteca, los libros recitaron párrafos impersonales y los poemas se mezclaron en confusión bailando sus letras con ritmos esenciales entre abrazos y besos de sepias prestados, con ausencias sin voz que recuerdan caricias pasadas,
olores a ti, aromas atados a las paredes.
El agua de la gotera de cien años empapó mis ojos
salpicando un silencio perfecto, una armonía de luz, un saludo del mar envuelto de espuma.
Lloré contigo y por ti lloré. Porque nos quedamos volando entre los árboles del tiempo, entre rojos y malvas de cielo que salpicaron de color nuestro espíritu.
Y después te olvidé.