Si las hadas se perfumasen, lo harían con sombras de azúcar morena en la sutil mezcla de agua del mar.
Se envolverían en las últimas luces del otoño y en el abrazo fugaz que recorren vírgenes y desnudas espaldas.
Si las hadas se perfumasen… su aroma sería el del diamante recién tallado y el del vuelo de las golondrinas durante el invierno.
Elevarían lo que la tierra sumerge en hallazgos alados, huidizos humos o entre las patas de la araña que camina por el techo y desciende por la pared mientras estoy recostada.