Un vitral que no se olvida

Ese vitral azulaba
Asombros de ternura
en mi primer hogar.
Frondoso mango
en amplio patio de ladrillos,
sombra complaciente
A mesas extendidas,
fiestas de parientes,
mis abriles cumpleañeros,
amigos recibidos
y tías en tertulia.

En la casa de al lado
Y casi compartida:
Doña Clara y don Teodoro,
-Abuelos del corazón-
Vigilantes atentos
A nuestras escapadas siesteras
Primeras aventuras de furtivos pescadores
orilleando nuestro manso río …
y aquel aroma al mediodía
de remolachas
de sopa judía
En la cocina.

Un ladrido de perros
En calles sin asfalto
Zanjas a cielo abierto
Con puentecitos
Improvisados.

Engrudo, ovillos de piolines,
Caña Castilla y papel,
Cuidadosamente tratados
En la construcción,
Para abundar
con las golondrinas
el cielo de pandorgas.

Un beso con sabor a mandarinos
Que robé a aquella niña
Como yo.

Un viento de mudanza
Que silbaron los bananos
Una tarde.
Soplaba en el pasillo
Ese último hálito
Negándonos a partir
De nuestro gran
Pequeño mundo,
Con un morral
Cargado de añoranzas,
Miedos y nuevas ilusiones.

Todos ellos me recuerdan a mí,
Que también recuerdo,
En esta hermosa tarde
Que pasé silbando en bicicleta,
Ya hombre
Por mi barrio antiguo.

Roly Grigera

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